Américo Barrios

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Luis María Albamonte (1911-1982) escribía con el seudónimo de “Américo Barrios”. Renombrado escritor de la época, por sus narraciones llenas de emoción, que reflejaban a pleno, los sentires del pueblo argentino.

Comienza a tener un sueldo fijo en 1939 como redactor del diario “El Sol”. Con un grupo de periodistas y algunos jugadores de fútbol comentaba las incidencias de un partido pero aportando una novedad fundamental: lo hacía desde el punto de vista de las reacciones que esas incidencias producían en el público.

Natalio Botana lo llamó para integrarse a la sección deportiva de “Crítica” y así nació Américo Barrios, seudónimo que adquirió con enorme popularidad. “Américo –dijo una vez-remite a una totalidad, que es América. Barrios, a la expresión más típica y particular de lo popular”. Esa síntesis ideal resultó de otros dos seudónimos con los que firmaba en revistas porteñas: Américo Lobos y Juan de los Barrios.

Publicó 12 obras, algunas de las cuales recibieron las más altas distinciones que otorgaba la República, como ser el Primer Premio Nacional de Literatura. Sus cuentos merecieron elogios de la crítica especializada. El estilo elaborado del periodista-escritor en algún momento marcó el rumbo de un sector de la nueva literatura argentina.

A fines de 1940 sus comentarios futbolísticos ganaron la primera página de “Crítica”, acompañados por  su foto. Ingresó también a la agencia noticiosa United Press, donde creo el prototipo del “Reporter Esso”.

En 1941 escribe sus columnas deportivas para el vespertino “La Razón”. Formó  parte de la gerencia de la agencia de publicidad Berg y Cía e hizo campañas inolvidables como “Ojalá que sea la hoja”.

En 1943 empezó a trasmitir sus notas de fútbol por radio “El Mundo”.

La llegada del peronismo a la realidad político-social argentina, lo encuentra encolumnado detrás de sus banderas históricas. Dirá sobre el mismo: “Había llegado la doctrina nacional tan ansiada en todos mis libros”. Es director de los diarios peronistas “Democracia” y “El Laborista”.

En septiembre de 1951 se desempeña como Secretario General del Primer Congreso Nacional de Periodistas. Dos años más tarde, retomando su labor literaria publica un libro de cuentos, “El viajero hechizado” con el que logra el primer Premio Nacional de Literatura. El libro en cuestión está dedicado “Al General Juan Perón. Libertador de mi Patria”.

Producido el golpe oligárquico de 1955 se exilia en Paraguay en primera instancia, formando parte de los comandos de la Resistencia Peronista en dicho país. En septiembre de 1957 llega a Caracas, lugar de residencia de Perón. Largas charlas con el líder exiliado dan forma a un libro (“Con Perón en el exilio”) que recién puede editar en Buenos Aires en 1964.

Ese mismo año, en el diario “Crónica”, su director Héctor Ricardo García, lo contrata para publicar la serie “Mi vida con Perón”, que muestra facetas desconocidas del líder de los trabajadores. En un reportaje que le realiza la revista “Extra” (cuyo director era Bernardo Neustadt) afirma: “Soy peronista y lo continuaré siendo hasta que me ofrezcan algo mejor (…) Soy hombre del Pueblo y de la Patria, más que de un movimiento”. Precisamente su adhesión incondicional al peronismo hace que para el resto del “establishment” sea un muerto en vida.

En televisión, especialmente en el Canal 11 –también de Héctor Ricardo García- pronunciaba con gran tranquilidad filosos comentarios que concluían con una pregunta al público que tuvo su sello hasta nuestros días: “¿No le parece?”.

Esas notas, nunca políticas, siempre de intención moralizadora, buscaban exaltar la dignidad humana y proponían soluciones justa para los problemas de la comunidad: distribución de la riqueza, jubilaciones suficientes e inmediatas para evitar la mendicidad de la población pasiva, créditos personales con la garantía del trabajo, derecho a la vivienda, medicina social, servicios hospitalarios intachables, medicamentos baratos, repudio a la burocracia insensible y a la justicia tardía, como libre acceso a los estudios superiores.

“¿No le parece?” era la expresión de una fuerte convicción y dejaba el campo abierto para la discrepancia de quienes podían disentir.


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